miércoles, 24 de octubre de 2007

"Ciencia simulada", o: La Estafa de Kioto y el Calentamiento

"Ciencia simulada", o: La Estafa de Kioto y el Calentamiento



Acaba de salir un estudio de científicos chinos que vaticinan un brusco enfriamiento para los próximos 20 años (Zhen-Shan, L. y Xian, S, 2007), pero esta noticia no saldrá en los grandes medios: sólo el terror global instilado por el último informe de la ONU-IPCC (Panel Intergubernamental para el Cambio Climático)- por el calentamiento supuestamente debido C02 inundará nuestros castigados oídos.

Nadie puede demostrar que el cambio climático se deba a efecto antropogénico. La ONU sólo se basa en suposiciones y simulaciones por ordenador, pero eso no es ciencia, es una simulación científica, es política teñida de dinero y creencias especulativas.


CONTAMINAMOS MÁS AL RESPIRAR

La desinformación del cambio climático y la manipulación de la propaganda que nos da la ONU son ubicuas. El C02 humano anual es de 6000 millones de toneladas, que queda en 1.500 porque la mitad se absorbe por la vegetación y océanos y la otra mitad es de agricultura y ganadería. Al respirar emitimos al año unos 2.500 millones de toneladas y hay 750.000 millones totales en la atmósfera (Essex & MacKitrick, 2003), por lo que es imposible que el C02 humano pueda producir un cambio climático.

El C02 o el vapor de agua (el mayor factor invernadero) actúan como el plástico o cristal de un inver-nadero, retienen el calor que sale de la tierra por la irradiación solar infrarroja.El efecto invernadero es bueno y natural, da prosperidad como dijo Arrenhius, su descubridor y corroboró Budyko, otra autoridad.

El aumento de temperatura en un siglo ha sido de 0, 6º, y sólo la mitad se debe al C02 según los exper-tos de la ONU (informe IPCC, 2001). Las máximas diurnas únicamente han aumentado 0,2 grados en un siglo (Esterling et al, 1997). El C02 actual es 380 ppm (parte por millón), cantidad que ya teníamos en el Carbonífero sin Bush y no pasó nada. En el Cámbrico teníamos 7.000 ppm y en la época de los dinosau-rios 3.000 y 6.000 ppm (Scotese, 2001; Berner 2001) y nadie contaminaba entonces ni la temperatura media pasaba apenas de 22º C. En nuestro aliento tenemos 50.000 ppm y nadie se muere. Además, el C02 preindustrial está mal medido, como denuncian Wagner y Van Hoff, por lo que el aumento actual es todavía menor al estipulado: sólo 40-50 ppm.

Dicen que con 540 ppm vendrá una catástrofe, pero esa proporción ya la tenemos en grandes ciudades industriales y seguimos vivos. Hace 70.000 años hubo un aumento de 16º C en Groelandia (Evento Dansagaar-Oeschger 19) y no pasó nada y nadie contaminaba. ¿Cómo vamos a haber provocado un desastre nosotros por sólo medio grado (0,3º C real por C02) y 18 cms de subida de nivel del mar?. Esto es Ciencia Ficción. Sólo esto rebate Kioto.

El Dr. William Ruddiman, de la Universidad de Virginia, ha dicho que el C02 es bueno porque retrasa la glaciación y afirma que el actual calentamiento empezó hace miles de años. El C02 no aumenta la tem-peratura, como lo prueba que en los 40-70 el C02 subía y la temperatura bajaba 0,3º debido a los ciclos solares (Murray Mitchell jr, 1976).

Hace mil años cultivábamos la vid en el sur de Inglaterra en el llamado Óptimo Climático Medieval: hubo un calentamiento antes de la mini era glacial del Mínimo de Maunder del 1650, algo que es lo que va a pasar ahora con el mínimo de Gleissberg del 2020 por lo que la histeria del IPCC no tiene ninguna base científica. Esto demuestra que el actual calentamiento no es el mayor de los últimos siglos: es una oscilación lógica, cíclica y natural, que anticipa una fase de enfriamiento, todo lo contrario a lo que nos venden.

El nivel del mar sólo ha subido 18 cms en un siglo según la ONU (6 cm reales según Wadhams & Munk, 2003) y el cataclismo que dicen los modelos que ocurrirá en 100 años será –si ocurre- por 55 u 88 ridículos centímetros, según el IPCC. La ONU pide sospechosamente 200.000 millones de dólares anuales para prevenir este Apocalipsis.

El NERC, Instituto Inglés que se está forrando con el calentamiento, pide 9 trillones de dóalres. Del NERC proviene el Informe Stern que pregonó Blair, que anuncia un gran desastre. Pero Nicholas Stern es fuente interesada, un miembro de la ONU, vicepresidente del Banco Mundial, además de que el NERC ha recibido 20 millones de libras para salvarnos del calentamiento.

Kioto es un mercado que mueve 200.000 millones de dólares hasta 2012 y que a España le va a costar 19.000 millones de Euros, según auditoría de Price Waterhouse Coopers. Somos los que menos contami-namos y los que más pagamos, debido a las pésimas negociaciones que hicieron Narbona y Tocino. Detrás de la indemostrable hipótesis de Kioto, que no multa por ejemplo el CO2 de los automóviles, hay principalmente dinero, negocio y política, porque la ciencia ahora está politizada y los científicos viven de las subvenciones del gobierno e instituciones.


EL BULO DEL CONSENSO: 18.000 ESCÉPTICOS

La mayor parte de los científicos del mundo rechaza la hipótesis de que el C02 haya calentado la atmós-fera, 18.000 la rechazan en la llamada Oregon Petition de 1997 (puede verse aquí www.oism.org), presi-dida por Frederick Seitz, ex miembro de la ONU-IPCC allí y ex presidente de la Academia Nacional de Ciencias de EE UU, que abandonó al IPCC, como el experto en huracanes Dr. Landsea, por la corrupción con que se topó por allí.

Asimismo rechazó a Kioto enérgicamente la llamada Declaración de Leipzig de 1995 firmada hasta por el famoso científico Sir Fred Hoyle, creador de dos de las más célebres teorías sobre el origen del uni-verso y la vida (panespermia); quien anunció junto con su colega Chandra Wikramasinghe, astrofísico autoridad mundial, que nos estamos acercando a una glaciación inminente (Campos, Calor Glacial, 2005).

El Dr. Víctor Bokov, del AARI (Instituto de Investigación Ártica y Antártica), el principal del mundo y el único que predijo el tsunami del Indico, anuncia, basándose en el Índice Meteorológico Vanghenheim-Girs que nos acercamos a una edad de hielo que se iniciaría en el 2010 alcanzando el pico en el 2090. (Campos, 2005).

En el 2006 el Dr. Kabhibullo Abdusamatov, jefe de la Estación Espacial rusa ("la NASA rusa") quien rechaza las tesis de Kioto, dice exactamente lo mismo: "En 9 ó 6 años iniciaremos una mini era glacial". Muchos científicos solares como Solanky o Soon y Baliunas, de la Universidad de Harvard, hacen idénticos pronósticos.

Theodor Landscheidt, el único que acertó con la llegada de El Niño, también avisó en los 90 sobre una mini-glaciación, ya que nos acercamos al mínimo de Gleissberg del 2030. De ahí vienen las olas de frío que arrasan en todo el mundo desde hace tres años. De acuerdo al ciclo solar de Suess de 180 años, también toca enfriamiento, ya que el periodo del mínimo de Dalton del XIX ya se ha agotado. Pero el IPCC siempre ningunea los ciclos solares.

Los científicos que predicen un enfriamiento y al mismo tiempo critican Kioto son una legión, encabeza-dos por Fred Singer, John MacKitrik, Steven MacIntyre, Frederick Seitz y Richard Lindzen, el meteorólo-go más reputado de EE UU. El Dr. Zbigniew Jaworoski, ex presidente del UNSCEAR, Comité Científico de las Naciones para los Efectos de las Radiaciones Atómicas, dice que "la civilización occidental será barrida por el hielo" (Campos, 2005).

Cientos de expertos de todo el mundo consideran el escenario de peligro de glaciación como Robert Essenhigh, de la Universidad Estatal de Oregon, que dice que llegará en 5 ó 50 años, Robert Gagosian y William Curry del principal instituto oceanográfico del mundo (Woods Hole Oceanographic Institution), el Informe del Pentágono del 2004, expertos en la Corriente del Golfo como Bryden, Wadhams o Marotzke, oficialistas españoles como Millán Millán o Bailarón (" El día de mañana podría ocurrir", ha dicho), Peter Clark, Howard Conway, Gerald Dickens, Gerard Bond, Jonh Gribbin, Laurence Hecht, Jack Sauers etc...

Dicen que el incompetente Bush o la petrolera Exxon-Mobil pagan a estos científicos. pero ¿dónde está la campaña de estos autores a quienes los medios silencian por completo? Dicen calentólogos y miem-bros del IPCC, como Piltz y Pielke, que Bush censura estudios, pero es justo al revés: es el IPCC quien depura sin piedad toda disidencia. El Dr. Roy Spencer y otros muchos critican que Science y el IPCC censuran sus estudios anticalentamiento. (Bethell, 2006)


FUNDAMENTALISMO MATEMÁTICO

Los expertos de la ONU -IPCC son sólo 2.500 y todos modeladores, es decir que sólo se basan en simu-laciones computarizadas hechas por ordenador a 100 años para asustarnos o gráficas falsificadas como el famoso Palo de Hockey de Mann y Bradley (miembros del IPCC), donde quitaron el calentamiento me-dieval para que el actual parezca mayor. Nature tuvo que pedir perdón en 2004 por esta trapacería. La mayoría de los autores del IPCC son burócratas científicos -como Pachauri y Qin, los capos de la orga-nización- y todos los científicos especialistas en ciclos solares o paleoclimatólogos son censurados, como todos los citados en este artículo.

El creador del IPCC fue Bert R. Bolin, un fanático de las simulaciones por ordenador que hizo carrera especulando sobre la acción humana en el cambio climático, basándose en estudios de Roger Revelle, el Guru de Al Gore, un paranoico obsesionado por peligro del C02, que es incluso muy beneficioso, porque ayuda al crecimiento de las plantas (Maier-Reimar, Hesselman, Climate Dynamics, 1987)

Por eso el Dr. Michael Crichton avisa sobre este fundamentalismo carbónico y matemático en Estado de miedo (2005) que habría que poner un sello en los modelos computarizados del calentamiento como en los paquetes de tabaco del tipo:

- "SIMULACIÓN POR ORDENADOR, PODRÍA SER ERRÓNEA Y NO CUMPLIRSE"

Los especialistas en ciclos solares que son los que dicen que llega una glaciación o enfriamiento no tie-nen cabida en la ONU: Soon, Baliunas, Landscheidt, Jawarowski, Lindzen, Michaels etc.. o la mayoría de los rusos Abdusamatov, Kondratyev, Bokov, Masnich, Bashkirtesev ... La Academia de Ciencias Rusa ha rechazado la tesis de la ONU, porque con temperaturas como -40º el año pasado etc.. no se sostienen.

Eso de que hay consenso es un bulo: lo que hay es la misma corrupción que los informes politizados que hizo la ONU sobre las armas de Irak (Bethell, 2006). Resultó que era todo mentira. Ahora es igual. La prensa bebe de los informes falsos y manipulados de la ONU y da la sensación que hay consenso. Es que si el calentamiento de sólo medio grado en un siglo se dice que es natural, se acabaron los fondos y el negocio de Kioto donde se compra y vende el C02 en un mercado grotesco de 200.000 millones de dólares hasta 2012. Los informes del sida de ONUSIDA están también exagerados y manipulados. La corrupción de la ONU ha sido denunciada por Eric Frattini en un libro homónimo.


LAS MENTIRAS DE POLOS Y GLACIARES

Por eso lo que se dice que hay una legión de científicos de acuerdo es absolutamente falso. Hay una guerra entre multinacionales de energías renovables (que son las petroleras: no son "hippies": British Petroleum, Shell,Sharp, Siemens, Acciona, Enron etc...) y gas contra las del barato carbón por hacerse con el pastel del mercado. Ese es el origen de la fobia contra el C02 del carbón y las eléctricas. Las conferencias de Al Gore, por ejemplo, las paga ACCIONA para promocionar las renovables eólica-solar. (ver http://www.todosolar.com).Greenpeace es accionista de Shell.

Frente a lo que nos machacan a diario, la Antártida y Groelandia se enfrían en general (Doran, 2002, Johanessen, 2005) aunque haya partes que se deshielen por causas naturales y la mayoría de los gla-ciares se mantienen estables (Braithwaite, 2002) o crecen, como los más grandes (Lambert, Logan, Naruse...). Hay que recordar que las dos últimas glaciaciones se produjeron por el deshielo del Ártico, que cortó la Corriente del Golfo, que calienta el hemisferio Norte.

El Aletsch alpino se retraía ya en el siglo XIX y el Kilimanjaro se deshiela por la deforestación (Khaser et al, 2004). Los glaciares del Himalaya Oeste aumentan, según Fowland (2006), que echa la culpa de todo al calentamiento en un informe encargado y pagado por el IPCC, del cual es miembro, un ejemplo de los informes y conclusiones de la ONU, en los cuales ninguna persona informada debería creer.

Por Luis Carlos Campos
Periodista español,
Autor del libro: Calor glacial

Fuente: www.mitosyfraudes.org

Enviado por: Carlos A. Ortiz
Ex Docente – Investigador
Facultad de Ciencias Económicas, U.Na.M, Es

viernes, 19 de octubre de 2007

Los Agujeros de Ozono del Miedo - 2º Parte

por Roger Maduro y Ralf Schauerhammer* Traducción de Eduardo Ferreyra*




por Roger Maduro y Ralf Schauerhammer Traducción de Eduardo Ferreyra

Traducción al Español del libro que en 1992 provocó la ira y el furor de la corporación ecologista internacional

Los volcanes pueden ser la fuente más dramática de gases atmosféricos, pero los océanos son definitivamente la mayor fuente. Extensos estudios sobre la circulación anual de cloro y azufre en la Naturaleza fueron hechos en los '50 y los '60 por el más importante de los científicos atmosféricos de Suecia, Erik Eriksson. Entre los muchos descubrimientos sorprendentes logrados por Eriksson al examinar el transporte e intercambio de gases en la atmósfera, estaba el hecho que anualmente circulaba a través de la atmósfera 10 veces más azufre que el liberado por la actividad industrial. Hasta la aparición del trabajo de Eriksson, la mayoría de los científicos habían supuesto que toda la contaminación provenía del Hombre. Eriksson demostró que las fuentes naturales azufre son vastamente superiores a las fuentes de emisión industriales.

En un trabajo publicado en el periódico Tellus, en Abril de 1959, "La Circulación Anual de Cloro y Azufre en la Naturaleza", Eriksson se fijó minuciosamente en las fuentes de cloro atmosférico y calculó que el agua de mar contribuye con cerca de 600 millones de toneladas de cloro anuales a la atmósfera, transportado hasta allí en cerca de 1000 millones de toneladas de partículas de sal marina. (El agua de mar contiene NaCl, o cloruro de sodio, la común sal de mesa. Estas partículas de sal ingresan al aire a través de la evaporación del agua de mar lanzada a la atmósfera por la acción de las olas, que rocían aerosoles en el aire.)

Esto significa que el agua de mar contribuye con 800 veces más cloro a la atmósfera, que la está contenida en toda la producción de CFC del mundo. Pero la comparación Freón la cantidad de cloro presuntamente liberada por los CFC resulta todavía mucho más sorprendente: el agua de mar suministra 80.000 veces más cloro que la supuesta disociación en la estratosfera de los CFC. Los propulsores de la teoría de la destrucción del ozono sostienen, por supuesto, que ni una sola onza de este cloro llega hasta la estratosfera, porque la lluvia lo arrastra nuevamente hasta la superficie. Ellos no se molestan en explicar el origen del cloro que había en la estratosfera antes de que se inventaran los CFC. Por consiguiente, no existe referencia alguna al cloro de los océanos en los trabajos apocalípticos del ozono, aunque Eriksson y otros suministran la evidencia que, en efecto, vastas cantidades de cloro provenientes del mar pueden, y en verdad llegan hasta la estratosfera.

Por ejemplo, Eriksson se propuso determinar rigurosamente, no sólo cuánto cloro era producido por los océanos, sino cuánto tiempo permanecía en la atmósfera, qué sucedía con él y dónde era finalmente depositado. Esta era una pregunta extremadamente crítica para Eriksson, ya que existen grandes concentraciones de sal superficial en el mundo, que están a cientos de kilómetros de los océanos. ¿De dónde proviene esta sal?

Los estudios indican que grandes cantidades de sal regresan al mar después de un corto período de tiempo, a través de una deposición seca o de las lluvias; y que grandes cantidades de sal pueden permanecer suspendidas en la atmósfera durante extensos períodos de tiempo. Los estudios revisados por Eriksson muestran que el incremento de la turbulencia y las corrientes convectivas sobre tierra pueden llevar a las corrientes de aire oceánico y su contenido de sal hacia arriba, a mayores alturas. Este es, especialmente, el caso de las corrientes cálidas. Eriksson concluye diciendo:

"Es difícil sobreestimar la importancia de estos descubrimientos ya que demuestran que el aire rico en cloro puede ser transportado a niveles altos en los continentes, pasando así por encima de barreras montañosas sin pérdida del cloro por lavado. Una vez sobre los continentes, la mezcla con aire más frío causará la precipitación de agua y sales del mar desde ese estrato. El transporte y subsecuente acumulación de sal marina hace fácil comprender la formación de las salinas de Bonneville, en el estado de Utah." [p. 397].

Además, lenguas de aire caliente que fluyen de disturbios climáticos como las tormentas eléctricas son muy ricas en cloro. Esto es sumamente importante, dado que las tormentas y especialmente los huracanes, transportan enormes cantidades de aire, substancias químicas y vapor de agua de la superficie hasta la parte superior de la troposfera y pueden penetrar e inyectar grandes cantidades de este aire directamente en la estratosfera Existen muchos otros trabajos concluyentes que demuestran que vastas cantidades de cloro marino y otras fuentes sí llegan hasta la estratosfera.

Tres científicos del Centro Nacional para la Investigación de la Atmósfera, A.C. Delaney, J.P. Sheldovsky y W.H. Pollock publicaron un trabajo en la edición del 20 de Diciembre de 1974, del Journal of Geophysical Research ("Stratospheric Aerosol: The Contribution from the Troposphere") donde documentan la presencia de cloro y bromo en la estratosfera con origen en los océanos, haciendo notar que en la estratosfera hay mucho más cloro y bromo que el resultante de la inyección directa de partículas de sal de mar. Delaney et al, escriben que hay el doble del cloro "de lo que podría esperarse que acompañase al sodio, como el otro componente de la sal de mar de los aerosoles atmosféricos, y que el bromo está presente en un exceso de aproximadamente 200 veces más." Ellos emiten la hipótesis que las partículas de sal, NaCl y NaBr, son destruidas en la baja troposfera y los gases liberados son luego transportados hasta la estratosfera donde se recombinan otra vez para formar particulados.

Delaney et al. hablan del hecho que el cloro debe provenir del mar, pero que ellos no encuentran un claro camino químico por el cual los iones se puedan disociar y recombinarse, y que lo mismo es aún más cierto para el bromo. Un interesante mecanismo que ellos proponen para el transporte del cloro y del bromo hasta la estratosfera es "el plegado de la estratosfera y la transferencia turbulenta en menor escala, entre la troposfera y la estratosfera ." No fue hasta varios años después de este estudio que otros investigadores establecieron que había muchas fuentes para el cloro, además de la sal de los océanos.

Procesos de Intercambio Troposfera-Estratosfera

Es muy claro que los volcanes y los océanos envían inmensas cantidades de cloro y bromo a la atmósfera. El mayor problema científico del tema es, alcanzan estos gases los 10 o 16 kilómetros de altura en la estratosfera, y si fuese así, ¿cómo son transportados?

Tal como se expone en un trabajo de Elmar R. Reiter, "Procesos de Intercambio troposfera -estratosfera ", (Reviews of Geophysics and Space Physics), existen cuatro mecanismos básicos para mover aerosoles y gases desde la troposfera hasta la estratosfera : (1) ajustes estacionales de la altura del nivel medio de la tropopausa; (2) grandes movimientos organizados, a gran escala, a través de la circulación meridional; (3) transportes de torbellino (vórtice) a gran escala, principalmente en la región de la "corriente de chorro"; y (4) transportes a pequeña y mediana escala por torbellinos vía huracanes y otras tormentas que pueden penetrar en la estratosfera e inyectar allí grandes cantidades de vapor de agua, aire caliente y gases troposféricos.

Aquí veremos al tercer mecanismo, las corrientes de chorro. Estas corrientes juegan un rol crítico en la determinación del clima en los sistemas climáticos a lo largo y ancho del mundo; y sin embargo, ellas son el fenómeno atmosférico menos comprendido. Cada hemisferio tiene tres corrientes de chorro: una en los subtrópicos, una en las latitudes medias y otra en los polos - apareciendo únicamente en determinadas épocas del año.

Figura 1.3

CORTE EN SECCIÓN DEL FLUJO DE MASAS DE AIRE
DE LA ESTRATOSFERA A TROPOSFERA, CERCA DE
LA CORRIENTE DE CHORRO

Una vista tridimensional del flujo de masas de aire desde la estratosfera a la troposfera cerca de la corriente de chorro. Las superficies isentrópicas se indican por medio de líneas finas. Las líneas gruesas se usan para indicar velocidades de vientos constantes, bordes de la zona frontal, y la tropopausa.

Fuente: Adaptado de Elmar R. Reiter, "Procesos de Intercambios estratosfera Troposfera Journal of Geophysical Research, vol. 13, No. 4 (Agosto 1975).

El punto básico aquí es que en las corrientes de chorro ocurren intercambios de aire muy intensos, en donde aire de la troposfera es llevado hacia arriba e inyectado en la estratosfera , y viceversa. La Figura 1.8 muestra un corte en sección de una corriente de chorro, indicándose la trayectoria del aire estratosférico. La velocidad del viento es mayor en el centro, a veces superior a los 200 nudos, y es más débil en el exterior del vórtice de la corriente. La Figura 1.4 es un poco más complicada; muestra la naturaleza ciclónica de la corriente de chorro, un anticiclón debajo suyo, y cómo ocurre una simultánea inyección de aire desde la troposfera en la estratosfera y viceversa.

La Figura 1.5 es, quizás, una de las más claras. Muestra una continua serie de mediciones de las interacciones troposfera-estratosfera, llevadas a cabo por Reinholt Reiter, en Zugspitze, la montaña más alta de Alemania. (Debe notarse que Reinholt Reiter no está relacionado de ninguna manera con Elmar Reiter.)

Puede verse cómo masas de aire de la troposfera ingresan a la estratosfera varios kilómetros por encima de la tropopausa, en la fecha inicial. Luego, una intrusión estratosférica irrumpe hacia abajo a través de la tropopausa y desde el núcleo de la corriente de chorro existe una inyección de aire estratosférico rico en ozono hacia la superficie de la tierra.

Figura 1.4

NATURALEZA CICLÓNICA DE
LA CORRIENTE DE CHORRO

Las líneas de rayas cortas muestran las líneas de vorticidad en el lado ciclónico de la corriente de chorro, mientras que las líneas punto-y-raya muestran las líneas de vorticidad del lado anticiclónico. La banda grisada indica movimientos de aire estratosférico descendiendo hacia la troposfera. La gruesa línea negra que cruza de izquierda a derecha representa el aire troposférico ascendiendo a través de la corriente de chorro, hacia la estratosfera

Fuente: Adaptado de Ermar R. Reitera "Procesos de Intercambios Estratosfera-Troposf'era", Journal of Geophysical Research, vol. 13, No. 4 (Agosto 1975).

Muy poco tiempo después de este suceso, la troposfera "rebota" y acontece lo contrario: el aire de la troposfera se abre paso a través de la tropopausa y lleva aire troposférico hasta una altura de 20 kilómetros, el doble de altura de la tropopausa. Más tarde, hay otra intrusión estratosférica más intensa, en donde la corriente de chorro envía nuevamente aire rico en ozono hacia la superficie de la Tierra. (Un aparte sobre este asunto: Existe ozono en la estratosfera hay ozono en la superficie de la Tierra y hay ozono al medio de las dos.

De acuerdo al dogma ambientalista estándar, el ozono en la estratosfera es "bueno", porque filtra los mal llamados dañinos rayos ultravioletas, mientras que el ozono en la troposfera es "malo" porque es el principal componente del smog urbano. Sin embargo, como la Figura 1.5 y muchos otros estudios científicos lo demuestran, las inyecciones de ozono estratosférico son muy comunes, y muchos científicos creen que son la principal fuente del ozono troposférico. De hecho, es muy posible que este ozono estratosférico descienda hasta la superficie de la Tierra, provocando una "alerta de smog" del que se pueda erróneamente culpar a los automóviles).

En realidad, el ozono al nivel del suelo está pagando algunos platos rotos por otros. Aunque los niveles tóxicos han sido determinados por la EPA (Environmental Protection Agency), es beneficioso como un germicida siempre presente, útil para combatir infecciones derivadas de pequeños cortes o lastimaduras. De hecho, se alienta la instalación de generadores de ozono en los hospitales para controlar la diseminación de enfermedades entre los pacientes y para ayudar a la cicatrización de las heridas por accidentes o cirugía.

Cloro de la Quema de Biomasa

Hasta fines de los '70s, la cantidad de gases aportadas a la atmósfera por la quema de biomasa e incendios forestales se consideraba mínima, pero cuidadosas mediciones de los incendios forestales desde entonces indican que esta es una importante fuente de gases para la química atmosférica global. La quema de biomasa puede, en realidad, aportar a la atmósfera más dióxido de carbono que toda la actividad industrial del hombre en el mundo. En una entrevista en 1989 con uno de los autores, el científico Alberto Setzer, del Instituto Brasilero de Estudios Espaciales, calculó que en 1987 las quemazones en la selva lluviosa del Amazonas habían liberado más de 540 millones de toneladas de dióxido de carbono. El científico norteamericano Richard Houghton en una conversación con los autores en 1988, adelantó un cifra mayor basada en una estimación que incluía, no sólo al CO, proveniente de la quema de bosques, sino la cantidad liberada por los suelos recién expuestos: 4 mil millones de toneladas. Esto significa que sólo las quemazones de la selva Amazónica - que es menos de la mitad de toda el área boscosa del mundo que es quemada por el hombre y sujeta a agricultura primitiva- produce casi tanto CO, como toda la liberación de CO, atribuida a las actividades industriales: 5 mil millones de toneladas.

Otro gas liberado por la quema de biomasa incluye cloro , el villano del agujero de la capa de ozono, en la forma de CH3Cl (o cloruro de metilo). De acuerdo a uno de los primeros trabajos sobre el tema ("Quema de Biomasa como Fuente de Gases Atmosféricos CO, H2 N2O, NO, CH3,Cl, y COS," Nature, Nov. 15, 1979, pp 253-256), 420.000 toneladas de cloro contenidas en CH.,C1 fueron liberadas en 1979 por la quema de biomasa, Los autores del trabajo, Paul Crutzen, Leroy Heidt, Joseph Krasnec, Walter Pollock y Wolfgang Seiler, advierten, sin embargo, que sus estimaciones pueden ser muy bajas.

Desde que este trabajo de Crutzen et al. apareció inicialmente publicado en Nature, el ritmo de la deforestación global, quema de biomasa y agricultura de corte-y-quema se ha incrementado de manera exponencial - el resultado de las políticas de austeridad impuestas a las naciones en desarrollo y la negativa de las agencias internacionales de financiación, como el Fondo Monetario Internacional (FMI) para la transferencia de tecnologías de avanzada. Por consiguiente, no es una sorpresa que relevamientos satelitales más precisos muestren que la deforestación global y quema de los bosques tropicales son, por lo menos, 10 veces más que lo expresado por Crutzen et al. Esto significa que la quema de biomasa está liberando por lo menos 4.2 millones de toneladas anuales de cloro a la atmósfera.

Este cloro biogénicamente generado, de acuerdo a Crutzen et al., puede imponer una seria amenaza a la capa de ozono porque se disocia en la estratosfera en los mismos átomos de cloro producidos por la declamada disociación de los CFC. Uno de los más interesantes puntos de este trabajo es que representa otro intento por parte de Paul Crutzen de demostrar que el hombre está destruyendo su nido. Crutzen, uno de los primeros proponentes de la disminución del ozono en los tempranos años '70s, en los últimos años ha estado más bien callado en este asunto del "cloro-de-la-biomasa", quizás para no llamar la atención hacia el hecho de que hay otras fuentes de cloro para la atmósfera, además de los CFC hechos por el hombre.

En una conferencia dada en Marzo de 1989 en Williamsburg, Virginia, sobre quema de biomasa, los científicos documentaron la extensión de la quema de biomasa en todo el mundo, no sólo las causadas por la actividad del hombre, sino también las contribuidas por los fuegos forestales de la Madre Naturaleza. Mientras que la atención mundial estaba remachada sobre los grandes incendios forestales de Yellowstone en 1989, al otro lado del mundo, una gran área de los bosques Siberianos y del norte de China se estaban quemando; millones de hectáreas de bosques se quemaron hasta el piso. Es un hecho, los incendios de bosques naturales se contabilizan como la mayor parte de la biomasa quemada en el Hemisferio Norte.

La inmensidad de los incendios de Madre naturaleza y sus bosques, sin embargo, no hace menor la gran tragedia que ocurre en el Tercer Mundo, cuando las naciones se ven obligadas a talar y quemar bosques tropicales simplemente para producir la energía necesaria para cocinar y calentarse. Más del 60% de la deforestación global es el resultado de cortar árboles para obtener leña para quemar. La mayoría de los países de África Central obtienen más del 90% de su energía de la quema de biomasa.

Níger es un país que acostumbraba a exportar madera, tiene que importar ahora millones de toneladas de madera para combustible, porque las instituciones internacionales de crédito le prohíben la importación de petróleo y carbón, fuentes de energía mucho más eficientes. De hecho, la mayor parte de la deforestación es el resultado directo de las políticas ambientalistas que impiden que las tecnologías de avanzada lleguen al sector en desarrollo. Si los intentos para construir plantas nucleares en el Tercer Mundo no hubiesen sido impedidos por los ambientalistas, la mayoría de los desastres ecológicos que ocurren hoy en esos países se podrían haber evitado. Si los Áfricanos pudiesen usar tractores y fertilizantes, por ejemplo, no tendrían que quemar cada año 5.000 kilómetros cuadrados de sabana para sembrar y plantar.

Regresando al asunto del cloro villano: En la actualidad, más de 4.5 millones de toneladas de gases de cloro son aportadas anualmente por la quema de biomasa la mayor parte en los trópicos. Si consideramos la reciente información proporcionada por el incendio del Parque Nacional de Yellowstone y otros, revisados en la conferencia de Marzo de 1990 mencionada antes, la cantidad de gases provenientes de los incendios de los bosques de las latitudes norteñas pueden contribuir tanto como la quema de biomasa de los países subdesarrollados. En consecuencia, la estimación para el cloro producido por la quema de biomasa se duplicaría hasta aproximadamente unas 8.4 millones de toneladas. Esto representa. por lo menos, 11 veces más cloro que toda la producción mundial de CFC en todo un año (750.000 toneladas) y 1.120 veces más que la cantidad de cloro supuestamente liberada por la presunta disociación de los CFC.

Aún esta cifra. 8,4 millones de toneladas, pueden resultar ser una gruesa subestimación. En su trabajo de 1979, Crutzen et al. advierten que ellos no incluyeron en sus cálculos a los gases que podrían liberarse del calentamiento de la materia orgánica de la cubierta del suelo, "o de 40-80 x 10" gC (4 a 8 mil millones de toneladas de Carbono) de la materia que es expuesta al fuego pero abandonada después como biomasa muerta, sin quemar por encima del suelo." ( p. 2o6). Agregan que "la materia orgánica de la cubierta de suelo es especialmente rica en nutrientes y puede hacer importantes contribuciones al ciclo de trazas de gases atmosféricos y elementos nutrientes. " (p. 256).

Otro punto en el que Crutzen y sus coautores hacen énfasis es el hecho que las emisiones tropicales ocurren en regiones atmosféricamente muy activas. Las dos mayores de estas regiones están encima de la floresta tropical del Amazonas y del archipiélago de Indonesia. Son conocidas como las "fuentes estratosféricas" del mundo, a causa de la enorme cantidad de vapor de agua y gases transportados a la estratosfera por las muy violentas tormentas convectivas de la región.

Esto es de gran importancia para el estudio del transporte del cloro y del bromo hacia la estratosfera, porque estas selvas tropicales son el lugar donde tiene lugar la mayor cantidad de quema de biomasa, y el área de volcanismo más activo está ubicado en la zona de la "fuente estratosférica" de Indonesia, suministrando inmediato transporte hacia la estratosfera para los gases biogénicos y volcánicos. El comportamiento de una de estas regiones dinámicas, la selva lluviosa del Amazonas, fue estudiada por primera vez en profundidad durante una expedición atmosférica conjunta llevada a cabo por la NASA y la agencia espacial de Brasil, INPE, en 1985 y 1987. Los resultados de la expedición científica denominada Experimento de la Capa Atmosférica Lindera (ABLE), fueron resumidas por Robert J. McNeal, jefe de la División Ciencias de la Tierra y Aplicaciones de la NASA, durante un testimonio rendido ante el Senado de los EEUU el 20 de Septiembre, 1988:

"En el Amazonas existe un mecanismo que transporta gases entre la capa fronteriza del planeta y la troposfera libre donde pueden entrar en patrones de circulación a gran escala. Con mucha frecuencia se establecen profundas tormentas convectivas de considerable volumen, y se mueven de manera esencial continuamente alrededor de la bacía Amazónica. Tales tormentas bajan material desde muy alto en la atmósfera, hasta e incluyendo a la estratosfera , que es una fuente de ozono (y] también eleva material desde la parte superior de la cubierta boscosa hasta la parte superior de la troposfera. ... La intensidad y frecuencia de estas tormentas esencialmente acoplan de manera vertical a la superficie y la troposfera en la región Amazónica."

Estas tormentas violentas tienen un poder enorme. McNeal dice que "tormentas convectivas individuales transportan 200 megatones de aire por hora, de las cuales 3 megatones son vapor de agua que liberan 100.000 megawatts de energía a la atmósfera." Esto es sólo una tormenta; en promedio, alrededor del mundo suceden unas 44.000 tormentas diarias, la mayoría en los trópicos, produciendo un total de más de 8 millones de descargas eléctricas.

La extensa destrucción de las selvas tropicales como resultado de las deliberadas políticas que restringen el desarrollo tecnológico tendrán consecuencias mucho mayores en el desequilibrio del clima global, que la imaginaria amenaza de los CFC y otros contaminantes producidos por hombre. Como McNeal advierte en su testimonio:

"E! reemplazo de los bosques con pantanales o pasturas, muy probablemente causará gran impacto en este inmenso horno, con su consecuente gran efecto sobre los patro-nes de circulación atmosférica y, en consecuencia, sobre el clima. La evapotranspira-ción y la lluvia disminuirán. Se puede reducir la cantidad de calor latente transportado a latitudes templadas y polares, y estas regiones podrían experimentar un clima más fresco como resultado."
Algas vs. CFC

Existen otros grandes proveedores de cloro y bromo a la atmósfera. En 1981, una expedición liderada por el científico de la atmósfera Hanwant Singh, viajó en el barco Polar de la Guardia Costera desde Long Beach, California, hasta Valparaíso Chile, tomando muestras del aire de la superficie y del agua. Singh y sus colegas descubrieron que fuentes en el océano estaban emitiendo grandes cantidades de haluros de metilo. Su estudio, publicado en el Journal of Geophysical Research (Abril, 20, 1988) declara: "Se determinan para el Pacífico oriental los flujos promedio, del mar al aire, para el cloruro, bromuro y ioduro de metilo."

Explican luego que estos compuestos orgánicos "son importantes transportes de cloro, bromo y ioduro en la atmósfera global." Singh et al. llegan a la sorprendente conclusión que sus medidas a lo largo del Pacífico oriental demuestran una dominante fuente oceánica de haluros de metilo, y que "esta fuente es lo suficientemente grande como para ser culpada de la entera carga troposférica de estas especies." (p. 8689, énfasis nuestro).

Singh y sus colaboradores calcularon que las fuentes oceánicas de estos compuestos liberan más de 5 millones de toneladas de cloruro de metilo y 800.000 toneladas de bromuro de metilo a la atmósfera. Debe notarse, más aún, que aunque sus lecturas de bromuro de metilo promediaron 23 partes por billón, sólo midieron 0,7 partes por billón de halones. Sin embargo, los halones son el producto químico extintor de incendios que está siendo prohibido en los EE.UU. porque contiene bromo, una sustancia que la facción de la destrucción del ozono ha etiquetado como mucho peor que el cloro.

En los años recientes, los científicos partidarios de la disminución del ozono han cuestionado la idea que las fuentes oceánicas puedan producir tan vastas cantidades de cloro y bromo - cantidades que por sí solas, sin la ayuda de las sales marinas o los volcanes, son muchísimo mayores que el contenido de cloro y bromo en los CFC y los halones. Sin ninguna evidencia, la facción de la disminución del ozono arguye que las substancias creadas por el hombre tienen que ser la fuente de estos haluros de metilo y no las fuentes naturales, porque sus modelos computados así se lo dicen. Estos modelos, sin embargo, no concuerdan con la información observada y comprobada.

La controversia entre los modelos y la información fue aclarada de manera concluyente con la publicación en Science, 13 de Julio de 1990, del estudio conducido por Anne Marie Wuosmaa y Lowell P. Hager del Departamento de Bioquímica de la Universidad de Illinois. Ellos demuestran que la biomasa marina es responsable de la inyección de una inmensa cantidad de cloro y bromo a la atmósfera, y la manera en que ocurre.

" La especie de halohidrocarburos más abundante de la atmósfera superior es el cloruro de metilo, y es ampliamente creído que la síntesis biológica es mayormente responsable por sostener una tasa de emisión global estimada en 5 millones de toneladas de cloruro de metilo por año. Se ha documentado bien la síntesis de cloruro de metilo por colonias de hongos de la putrefacción de la madera, y hubieron estudios aislados que informaron de la síntesis en vivo de haluros de metilo por las macroalgas marinas y el fitoplancton." [p. 160]

La original contribución de Wuosmaa y Hager a este campo es que consiguieron sintetizar en el laboratorio y por primera vez, uno de los halohidrocarburos: el metiltribromuro. Además, descubrieron una enzima que puede sintetizar los haluros de metilo. La enzima está ampliamente presente en la naturaleza, incluyendo hongos, algas marinas rojas y "escarchadas". Los autores concluyen que "aunque la producción de 5 millones de toneladas anuales representan una tasa prodigiosa de cloruro de metilo, esta cifra bien puede ser comprendida en términos de la gran biomasa terrestre que puede contribuir a su formación." [p. 162].

Uno de los aspectos más interesantes del trabajo de Wuosmaa y Hager es su aseveración sobre que las fuentes biogénicas de haluros de metilo pueden ser mucho mayores que los calculados previamente, tanto en los océanos como en tierra. El equipo de Singh realizó las mediciones en áreas abiertas del Océano Pacífico, pero la mayor densidad de biomasa se encuentra cercana a las costas. Esto significa que la producción de la biomasa oceánica pueden resultar más grandes si se realizan mediciones más extensas. Agregado a esto, Wuosmaa y Hager dicen que el papel de las plantas terrestres en la producción de haluros de metilo ha sido totalmente ignorada. Por ejemplo, ellos escriben:

"La presencia de la enzima [la que puede sintetizar haluros de metilo] en la "escarchada", una planta terrestre que crece en abundancia en los suelos costeros de California, es una observación interesante que quizá señala la necesidad de una inspección de la actividad de la transferasa del haluro de metilo en otras especies jugosas que crecen en ambientes ricos en sal. También es notable el hecho que la planta "escarchada" tiene una amplia distribución mundial." [p, 162]

¿Destruirá La Crema Dental a la Capa de Ozono?

El otro principal ingrediente de los CFC es el flúor (F), que también es un pretendido asesino del ozono y un súper "gas de invernadero". (El flúor contenido en la pasta de dientes y en la provisión de agua potable no está bajo amenaza, pero dicha amenaza no es inconcebible vista la sentencia impuesta sobre los CFC).

El flúor, lo mismo que el cloro, es un abundante gas de origen natural. La explosión del Tambora en 1815 introdujo a la atmósfera un mínimo de 120 millones de toneladas de flúor. A las presentes tasas de producción, esto representa el equivalente a 486 años de la producción mundial de CFC. Más aún, la emisión pasiva de gases de los volcanes puede ser de unas 6 millones de toneladas anuales, lo que es 24 veces más grande que la cantidad de flúor en la producción mundial de CFC (que es de 248.600 toneladas por año). Ver la Tabla 1.2.

Tres científicos, Robert B. Symonds, William I. Rose y Mark Reed, publicaron un trabajo en la revista Nature (Agosto 4, 1988) en donde investigan la contribución a la atmósfera de los gases volcánicos que contien flúor y cloro. Después de evaluar la evidencia los autores obtienen conclusiones contrarias a las declaraciones del Ozone Trends Panel. El Panel sugiere que "la fotólisis de los halocarbonos de origen antropogénico en la estratosfera es la única fuente principal del HF atmosférico (fluoruro de hidrógeno)", escriben ellos en la página 418.

Sin embargo, "Este trabajo apoya otro trabajo sobre que los volcanes que emiten gases de manera natural también emiten significantes cantidades de HF, parte de los cuales son directamente inyectados en la estratosfera. Por consiguiente, los volcanes deben ser considerados como una importante fuente de HF troposférico y estratosférico." Otra fuente de flúor en la atmósfera es el fluoruro de sodio de los océanos. Sin embargo, esta fuente no ha sido investigada totalmente.

En un artículo escrito en Noviembre de 1980 de la revista Reviews of Geophysics and Space Physics, Richard Cadle dice que aparte de los volcanes, "muy poco se sabe acerca de la mayoría de las otras fuentes de fluoruro de hidrógeno" [p. 749]. Estima que 44.000 toneladas de Flúor son emitidas anualmente a la atmósfera por la evaporación oceánica, pero él arriba a esta cifra por la extrapolación de la información disponible para el cloruro de sodio. No se han realizado mediciones sistemáticas, y la tasa de emisión anual de flúor puede fácilmente ser de diez a cien veces mayores.

Tabla 1.2

FUENTES DE FLÚOR ATMÓSFERICO
(toneladas anual)

Volcanes
6. 000.000
Agua de mar
44.000
Total fuentes naturales
6.044.000
Flúor en los CFC
248.000
Flúor teóricamente liberado por
la pretendida ruptura de los CFC
2.480
¿Quién lo Hizo?

En todas la historias apocalípticas está siempre acechando un villano. De acuerdo a F. Sherwood Rowland y el resto de los teorizadores, en la escena de la destrucción del ozono, el villano es el cloro de los CFC. Sin embargo, de acuerdo a lo que hemos visto en este capítulo, la Madre Naturaleza produce con los océanos y los volcanes, miles de veces más cloro que los CFC. ¿Por qué ignoran Rowland y sus co-pensadores estas inmensas cantidades de cloro de la naturaleza? ¿Será porque son ignorantes - o porque ellos quieren mantener al público mal informado? Como veremos más tarde, este tipo de mentira-por-omisión es característica de un escándalo científico sin paralelo en la historia.

Referencias
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por Roger Maduro y Ralf Schauerhammer*
Traducción de Eduardo Ferreyra*
Fuente: Mitos y Fraudes

domingo, 7 de octubre de 2007

Los Agujeros de Ozono del Miedo - 1º Parte

por Roger Maduro y Ralf Schauerhammer* Traducción de Eduardo Ferreyra*

Capítulo 1: Las Fuentes Naturales de Cloro Son Mayores que los CFC

Traducción al Español del libro que en 1992 provocó la ira y el furor de la corporación ecologista internacional
Introducción

"El cielo se cae!, el cielo se cae!" grita Pepe Pollito cuando una bellota le cae en la cabeza. Pepe Pollito desparrama la alarma entre Juanita Gallina, Pedro Pavo y otros que le acompañan para avisarle al rey. En el camino se encuentran con Tito Zorro que, haciéndoles creer que les enseñará el camino mas corto hasta el rey, les conduce a su cueva - y directo a la olla de su cena. Así termina la versión original del cuento para niños.

Si cualquiera de los personajes de este cuento le hubiese preguntado a Pepe Pollito si tenía alguna evidencia científica par su alarma, el zorro no habría conseguido tan espléndido banquete.

Este libro está destinado a aquellas personas que desean hacer esa importante pregunta: ¿Dónde está la evidencia científica? ¿Está el cielo realmente cayendo? ¿Están los CFC (cloro fluoro carbonos) realmente destruyendo a la Capa de Ozono? - O somos las víctimas de algún sofisticado Tito Zorro?

Esta es, precisamente, la situación que los autores enfrentaron en 1988. Uno de los autores (Roger Maduro), por entonces un creyente de la teoría de la destrucción del ozono, estaba reuniendo evidencia para escribir un artículo demostrando que la teoría del calentamiento global era un fraude científico. Durante una entrevista con Reid Bryson, jefe del Instituto de Estudios Ambientales en Madison, Wisconsin, el autor se sorprendió

cuando le dijeron que no prestara atención a la teoría de la disminución del ozono porque en la Antártida existía un volcán que inyectaba a la atmósfera más cloro que lo que podía hacerlo la entera producción anual de CFCs de toda la Tierra, Bryson dijo que si el cloro era acusado de causar a destrucción del ozono dentro del agujero de la Antártida, entonces este volcán era el verdadero responsable, y no los CFCs.

Esta información puso a1 autor, geólogo entrenado, en una cruzada. Después de algunas llamadas telefónicas a los más destacados volcanólogos de los EEUU confirmaron lo que Bryson decía: el Monte Erebus, en la Antártida, bombea más de 1000 toneladas diarias de cloro al aire. Esto significa que el Erebus acumula en la atmósfera más cloro en una semana que toda la producción de CFC lo haría en un año.

Este libro es el resultado de aquella búsqueda de la verdad científica sobre el ozono. Como el material presentado cuestionará la mayoría de las suposiciones básicas del lector, hemos citado de manera extensa a los científicos y sus trabajos publicados que demuestran por qué la Teoría de la Destrucción del Ozono es un fraude científico.

La mayoría de 1a información aquí presentada puede ser confirmada por medio de una visita a la más cercana biblioteca que tenga publicaciones científicas. Como los lectores se darán cuenta, la nueva variante en el cuento de Pepe Pollito, es que hoy Pepe Pollito y Tito Zorro parecen estar trabajando juntos para convencer a la gente que el cielo se les está cayendo encima.

Las gigantescas corporaciones químicas, candidatas a ganar miles de millones de dólares con 1a venta de los reemplazos de los ahora prohibidos CFC, están trabajando con el movimiento ecologista - que ya recaudó millones de dólares con el miedo a la destrucción de la capa de ozono. Los grupos ecologistas de EEUU pueden financiar la promoción de sus fraudes como la destrucción del ozono, gracias a los más de 500 millones de dólares anuales que recibe de las principales fundaciones filantrópicas manejadas por la élite financiera de EEUU - Rockefeller, Ford, MacArthur y otras fundaciones.

Pero el dinero no es el único motivo que impulsa al fraude del ozono. Detrás del accionar para prohibir a los CFC - y suprimir la refrigeración - está la idea Maltusiana de que el mundo necesita menos gente. de que el mundo necesita menos gente. El costo para el público, causado por la prohibición de los CFC y otros gases beneficiosos, serán mucho mayores que la inmensa ganancia de aquellos que venderán los reemplazos para estos productos químicos. La próxima vez que los titulares de prensa anuncien: "El cielo se está cayendo!" la gente debería preguntar: "cui bono?" - ¿Quién se beneficia?, y comience a buscar las bellotas que caen.

¿Qué Son Los CFC?

Para comprender la importancia de los CFC debemos echar una ojeada a su historia. El advenimiento de la electricidad al final del siglo 19 cambió dramáticamente el modo de vida de la gente. Paralelo al uso extendido de la electricidad y los descubrimientos científicos, tecnológicos y medicinales que ocurrieron hacia finales del siglo, se registró un rápido incremento en el término de vida de las poblaciones americanas y europeas. La electricidad proveyó energía, no sólo para iluminación, sino para tecnologías totalmente nuevas como la refrigeración de los alimentos, para casas de familia, la industria y la agricultura.

Alimentos que antes se echaban a perder con el calor, ahora estaban disponibles en cualquier época del año y podían ser transportadas bajo refrigeración. La electricidad hizo posible que los ciudadanos comunes pudiesen tener refrigeradoras en sus hogares.

Las Fuentes Naturales de Cloro Son Mayores que los CFC

La teoría de la destrucción del ozono no afirma que los CFC destruyen al ozono; sostiene que un átomo de cloro desprendido de la disociación de los CFC es el que destruye al ozono. Si fuese cierto que el cloro de los CFC pudiese barrer con la capa de ozono, entonces parecerá que la Madre Naturaleza fuese suicida. El cloro es uno de las substancias químicas más abundantes de la atmósfera.

Las fuentes naturales del cloro atmosférico convierten en pigmeos a las minúsculas cantidades de cloro que podrían, eventualmente, provenir de la liberación de todos los CFC de la Tierra. Basados en las evidencias científicas, si en verdad el cloro fuese una amenaza para la capa de ozono, entonces los gobiernos deberían poner una tapa a los volcanes y prohibir que se evapore el agua de mar.

La producción anual de CFC se estima actualmente en aproximadamente 1.100.000 toneladas, lo que incluye una 750.000 toneladas de cloro. Compare esto con las fuentes naturales de gases de cloro, como se muestra en la Tabla 1.1 y en la Figura 1.1.

Más de 600 millones de toneladas de cloro son liberadas cada año a la atmósfera, por la evaporación del agua de mar, que contiene sal (cloruro de sodio, NaCl). Aunque la mayor parte de este cloro es lavado por las lluvias, grandes cantidades de él llegan hasta la estratosfera a través de la acción bombeadora de las tormentas, huracanes, tifones y otras actividades ciclónicas.

Los volcanes que emiten gases pasivamente inyectan a la atmósfera más de 36 millones de toneladas de cloro en los años ordinarios, cuando no hay erupciones volcánicas. Las grandes erupciones emiten de algunos pocos millones hasta cientos de millones de toneladas de cloro. Más importante, las erupciones violentas inyectan gases y partículas directamente a la estratosfera.

Tabla 1.1
FUENTES DE CLORO ATMOSFéRICO
(millones de toneladas por año)

Agua de mar
600.0
Volcanes
36.0
Quemazón de biomasa
8.4
Biota oceánica
5.0
Cloro en los CFCs
0.75
Cloro teóricamente liberado
por la supuesta disociaciónde
las moléculas de los CFC
0.0075

Hay 8.4 millones de toneladas de gases de cloro producidas por la quemazón de biomasa, en gran medida como resultado de métodos agrícolas primitivos, como el corte-y-quema, y la falta de fuentes de energía moderna en los países es en desarrollo.

Se ha medido que la biota oceánica, incluyendo algas, kelp y plankton emite más de 5 millones de toneladas de cloruro de metilo a la atmósfera, y grandes cantidades de esta fuente biótica de cloro se han medido muy alto en la estratosfera Recientes estudios indican que las plantas terrestres pueden también contribuir con vastas cantidades de cloruro de metilo a la atmósfera.

Además, cantidades desconocidas de cloro ingresan a la Tierra provenientes del espacio exterior, como resultado de las lluvias de meteoritos y polvo cósmico que se queman al entrar a la atmósfera.

Estas comparaciones resultan mucho más sorprendentes cuando se hacen entre las cantidades de cloro supuestamente liberadas por las CFC y las de origen natural. De acuerdo a la teoría, aproximadamente sólo el 1% de la producción anual es disociada en la estratosfera (La razón es que los CFC, por ser químicamente inertes, tienen un tiempo de vida de más de 100 años en la atmósfera). En consecuencia, la producción de un año de CFC contribuiría como máximo, con 7.500 toneladas de cloro a la atmósfera. En un español más ortodoxo, la contribución de cloro hecha por los CFC es apenas la décima parte del 1% del cloro producido por la Naturaleza. Esto, por supuesto, se apoya en la presunción de que los CFC son disociados en la estratosfera, suposición para la cual no existe ninguna evidencia observada.

FUENTES DE CLORO ATMOSFÉRICO
(millones de toneladas)

El Cloro de la Antártida y El Agujero de Ozono

Uno de los únicos hechos documentados entre las historias de miedo del ozono, es que las concentraciones de formas activas de cloro en la región del mal llamado Agujero del Ozono Antártico son de 100 a 1.000 veces mayores que al mismo nivel en las zonas adyacentes. Por consiguiente - concluyen los propagandistas - los CFC están llegando a la Antártida en enormes cantidades y están siendo disociados por los rayos ultravioletas y liberando su asesino átomo de cloro que perfora un agujero en la capa de ozono.

Este cloro de la Antártida proviene únicamente de los CFC, dicen los propagandistas del Agujero, usando esto como la pruebo final de que la teoría de Rowland y Molina es correcta. Ignorado por los teorizadores de la destrucción del ozono es el hecho que a menos de 10 kilómetros viento arriba de la estación de observación en McMurdo Sound, en la Antártida, en donde las mediciones de concentración de cloro son tomadas, existe un volcán - el Monte Erebus - que comenzó un activo ciclo de erupciones en 1972.


Bill Rose/Michigan Technological University
Culpable de emitir 1.000 toneladas de cloro diarias a la atmósfera: el Monte Erebus en la Antártida, ubicado a sólo 10 kilómetros viento arriba de la estación McMurdo Sound, donde se realizan las mediciones del ozono.

A diferencia de otros volcanes, el Erebus no entra en erupción y luego pasa por largos períodos de inactividad. En lugar de tener una caldera de lava de 2 o 8 kilómetros de profundidad dentro del cono volcánico, la caldera del Erebus está en la superficie, lo que significa que el volcán está en erupción constante. Por las observaciones realizadas en 1988 por el vulcanólogo William Rose de la Universidad Tecnológica de Michigan, trabajo publicado en la revista Nature, se ha estimado que el Erebus emite más de 1.000 toneladas diarias de cloro a la atmósfera. Esto son más de 370.000 toneladas anuales de cloro, lo que por si mismo, representa casi la mitad de producción anual de CFC en el mundo (cerca de 750.000 toneladas.)

Las emisiones del Monte Erebus resultan mucho más dramáticas si se las compara con la cantidad de cloro presuntamente resultantes de la disociación de los CFC liberados a la atmósfera (7.500 ton.) Por su cuenta, el Erebus inyecta a la atmósfera 50 veces más cloro que la entera producción anual de CFC de todo el mundo. (Ver la Figura 1.2).

Resumiendo, el cloro medido en la Antártida no debería ser ningún misterio. El Monte Erebus está emitiendo de manera constante una densa nube de cloro y otros gases volcánicos; el viento los recoge y los transporta unos míseros 10 kilómetros hasta McMurdo Sound. Allí, los científicos lo miden con equipos muy sofisticados desde tierra, y con complicados equipos enviados al cielo en globos sondas. Los globos pasan directamente a través de la nube volcánica. Lo más asombroso de todo es que ningún informe de los científicos ha mencionado la existencia de este volcán! El público ha sido impulsado a creer que la existencia del cloro de la Antártida proviene de los CFC.

EMISIÓN DE CLORO DEL MT. EREBUS
COMPARADA CON EL CLORO LIBERADO
POR LA DISOCIACIÓN DE LOS CFC
(toneladas)

Figura 1.2

El Monte Erebus es aún de más interés en la historia del ozono. Está ubicado en el área de la fuerte corriente de chorro estratosférica polar, o "jet stream". Con su gran altura - 4.300 metros - una enorme porción de los cientos de miles de toneladas de cloro expelidas por el Erebus son tomadas y enviadas viento abajo por la corriente de chorro, que transporta al cloro miles de kilómetros a medida que circula por el polo. Esta veloz corriente de chorro, con vientos de hasta 400 km por meses del año, creando las condiciones dinámicas para el ciclo natural que conduce al adelgazamiento de la capa de ozono sobre la Antártida, durante un período de 80 a 60 días del año - el mal llamado Agujero de Ozono. (Este tema será estudiado con más profundidad en el Capítulo 5).

El cloro de muchos volcanes activos tiene una vida en la atmósfera de unas pocas semanas hasta varios meses porque el cloro se disuelve en el agua y regresa a tierra con la lluvia. La atmósfera de la Antártida, sin embargo, es extremadamente seca, de modo que los compuestos del Erebus tienen un período de vida más largo, antes de ser precipitados a tierra. No existe evidencia alguna de que el cloro medido en McMurdo provenga de la disociación de los CFCs.

La luz del sol alcanza a la Antártida sólo durante seis meses al año, y durante los otros seis meses es sumamente oscuro. Durante el apogeo de la estación veraniega, el Sol está apenas a unos pocos grados por encima del horizonte. De hecho, la radiación ultravioleta que llega hasta la estratosfera antártica durante la mayor parte del año es muy débil porque debe viajar grandes distancias horizontalmente a través de la atmósfera. Por lo tanto, no tiene la energía necesaria para destruir las fuertes ligazones moleculares de los CFCs en estos niveles.

El Rol de los Volcanes y el Cloro en el Mundo

El asunto del Monte Erebus nos lleva a considerar el muy amplio tema de los flujos globales de cloro. ¿Cuánto cloro es inyectado por los volcanes a la atmósfera, y cuánto de esto consigue llegar hasta la estratosfera? Durante los '70, la estimación standard para las emisiones de cloro de los volcanes eran de 7.6 millones de toneladas anuales, de acuerdo a los cálculos del vulcanólogo O.G. Bartels, publicado en 1972. Algunos vulcanólogos sostenían que los volcanes emitían cantidades mucho mayores, pero no había una evidencia concreta de ello.

El problema de medir la emisión de los volcanes es doble: primero, el cloro en la atmósfera es, como muchos otros gases, extremadamente difícil de medir. Segundo: acercarse a un volcán para medir lo que está saliendo de él, es un asunto sumamente peligroso. Por consiguiente, todas las estimaciones sobre el flujo de gases de los volcanes son solamente "conjeturas educadas".

Uno de los procedimientos usados para medir la cantidad de cloro y otros gases emitidos por los volcanes, es estimar la composición química del magma caliente antes de una erupción y luego examinar la composición química de las rocas volcánicas luego que la lava se ha enfriado. Los científicos calculan entonces la diferencia entre los contenidos químicos y lo multiplican por la lava que se calcula que fue expulsada por el volcán; el resultado es la estimación de los gases liberados por el volcán.

Otro procedimiento es analizar el contenido de muestras de los gases obtenidos directamente de la columna de humo. Esto es tan difícil de medir, en el caso del cloro, que los científicos miden primero el contenido de azufre y luego calculan la cantidad de cloro como una relación a las emisiones de azufre.

Las primeras mediciones sistemáticas del cloro contenido en las erupciones volcánicas fueron realizadas en los años 70 por un volcanólogo del US Geological Survey, David A. Johnston. En un trabajo publicado en la revista Science, de julio de 1980, ("Contribuciones de Cloro Volcánico a la Estratosfera: ¿Más Significativo Para el ozono que las Previamente Estimadas?"), Johnston afirma que las verdaderas cantidades de cloro liberadas por los volcanes pueden ser de 20 a 40 veces más grandes que lo estimado hasta entonces y vastamente superiores al contenido de todo el cloro de los CFC. Aun estas estimaciones pueden ser demasiado bajas, y Johnston dice:

"... si la tasa de liberación de gases debajo de la superficie de rápida en comparación a la tasa del ascenso de magma y la erupción, entonces los gases pueden haber escapado en anteriores explosiones del magma que no había hecho erupción hasta más tarde o quizás no lo hizo en absoluto. En tal caso, las inyecciones totales de HCl a la atmósfera y estratosfera pueden haber sido muy superiores a estas estimaciones [pág. 492]"

Específicamente, dice Johnston, una sola erupción volcánica en 1976 puso más cloro en la atmósfera que la cantidad total de cloro contenido en todos los CFC producidos en el mundo en 1976.

Hasta la publicación del trabajo de Johnston, la emisión de cloro de los volcanes se había estimado suponiendo que el magma contiene 0,02 a 0,025 por cieno (en peso) de cloro ante de la erupción, y que esta cantidad era emitida durante la erupción. En sus cuidadosas mediciones, Johnston encontró que el porcentaje de cloro en el magma era en realidad de 20 a 40 veces superior - 0,5 a 1.0 por ciento.

Al discutir el efecto de los volcanes sobre la capa de ozono y el clima, Johnston, dice que las grandes erupciones pueden tener un impacto a largo plazo sobre el ozono de la estratosfera. Cita como ejemplo a la erupción del Bishop Tuff, de Long Valley Caldera, California, unos 700,000 años atrás. Esta erupción puede haber inyectado a la estratosfera unas 289 millones de toneladas de HC1, nos dice, el equivalente de unas 570 veces más que la producción total de cloro en los CFC fabricados en 1975, en todo el mundo'. Johnston dice "Claramente, las fuentes naturales de cloro pueden ser muy significativas en comparación con las fuentes creadas por el hombre."


El agua de mar libera más de 600 millones de toneladas de cloro a la atmósfera cada año vía evaporación. la mayor parte del cloro es lavado por las lluvias, pero enormes cantidades de cloro aún llegan a la estratosfera.

Johnston intentaba medir las emisiones reales de los volcanes de todas partes del mundo pero, desgraciadamente, murió en su puesto de observación durante la erupción del Monte St. Helens, en el estado de Washington, en 1980.

¿Cuál es el flujo global de cloro de los volcanes'? Usando el análisis del cloro más detallado realizado por David Johnston y multiplicando las estimaciones previas (7.6 millones ton) produce una estimación que indica que la emisión anual de cloro de los volcanes puede estar entre 152 y 812 millones de toneladas por año. Como las cantidades reales de medidas directas son desconocidas, los principales vulcanólogos del mundo estiman conservadoramente que las emisiones anuales de cloro de los volcanes son de 36 millones de toneladas, en los años que no existen grandes erupciones volcánicas. No importa la cifra que se use, el hecho básico se mantiene y es que el cloro emitido por la Madre Naturaleza, a través de los volcanes, ridiculiza a las cantidades de cloro en los CFC, de origen humano.

Más aún, cuando suceden erupciones violentas, se inyecta mucho más cloro directamente en la estratosfera Uno de tales volcanes era el Krakatoa, cercano a la isla de Java, en el océano índico. A través de una serie de erupciones en 1883, el Krakatoa envió una onda de choque que viajó siete veces alrededor de la Tierra, y cubrió un área de cientos de miles de kilómetros cuadrados con cenizas. Las gigantescas olas creadas por la explosión ahogaron más de 30.000 personas en Java. Usando cálculos muy conservadores, los vulcanólogos J. Devine, H. Sigurdson, A.N. Davis y S. Self (1984) estimaron que el Krakatoa escupió más de 8.6 millones de toneladas de cloro a la atmósfera. Otros volcanólogos estiman que la cantidad debe haber sido diez veces mayor.

Pero aún el poderoso Krakatoa es pequeño comparado con otro volcán del arco volcánico de Sunda, en Indonesia - el Tambora. Cuando el Tambora hizo explosión en 1815, unos 30 kilómetros cúbicos de su parte superior fue pulverizada, inyectando enormes cantidades de restos y cenizas directamente en la estratosfera La nube volcánica redujo la luz solar que llegaba a la superficie de la Tierra, bajando las temperaturas. En las latitudes boreales, los años de 1815 y 1816 se conocieron como los "años sin verano", y nevó en los EEUU en el medio de lo que normalmente es la parte más caliente del año.

El Tambora depositó una capa de cenizas de casi un metro de es- pesor hasta 70 kilómetros de distancia, y liberó un mínimo de 211 millones de toneladas de gases de cloro a la atmósfera. A la actual tasa de producción de CFC, le llevaría a la humanidad unos 318 años poner tanto cloro en la atmósfera como lo hizo el Tambora. La naturaleza explosiva de las erupciones del Krakatoa y del Tambora aseguraron que una enorme porción del cloro fuese enviado directamente a la estratosfera.

Entonces, si la teoría de la destrucción del ozono por parte del cloro fuese cierta, tal liberación catastrófica de cloro en 1815 debería haber barrido completamente con la capa de ozono, inundando a la Tierra con rayos ultravioletas, los llamados "causantes de cánceres de piel". Todos y cada uno de los hombres, mujeres y niños sobre la Tierra deberían haber sufrido cáncer de piel. Sin embargo, no existe ningún registro en la primera parte del siglo 19 de extinciones en masa de vida humana, animal o vegetal causada por cáncer de piel u otros efectos de la radiación ultravioleta.

La erupción del Chichón, un volcán en la Península de Yucatán, en Méjico, es un indicador que grandes aumentos del cloro estratosférico no tienen un efecto significativo sobre la capa de ozono. En marzo y abril de 1982, ocurrieron erupciones grandes en El Chichón, que inyectaron grandes cantidades de gas y partículas en la parte baja de la estratosfera. Una coherente nube volcánica se estableció muy pronto en una banda alrededor de la Tierra. Varios meses después de la erupción, varios aviones volaron a través de la nube volcánica midiendo las concentraciones de gases en la estratosfera.

William G. Mankin y M.T. Coffey, del Centro Nacional de Investigación Atmosférica publicaron los resultados de algunos de estos vuelos en la edición del 12 de Octubre de 1984 de la revista Science. Informaron que El Chichón había introducido directamente a la estratosfera más de 40.000 toneladas de cloruro de hidrógeno (HC1), lo que equivalía "a cerca del 9% de la carga g!obal de HCI" (p. 171). En la ancha banda donde se extendía la nube volcánica, las cantidades de HC1 estratosférico se incrementaron un 40% sobre valores previos.

Richard Stolarski y Ralph Cicerone, dos de los primeros proponentes del miedo a la disminución del ozono, habían sugerido originalmente en 1973 que la inyección directa de cloro en la estratosfera por parte de los volcanes podría resultar en una sustancial destrucción de ozono. En 1974, sin embargo, ellos desecharon esta teoría para lanzar el nuevo miedo que el cloro de los "boosters" del taxi Espacial iban a barrer con la capa de ozono. En el artículo de Science mencionado más arriba, Manchón y Coffin notan este cambio de rumbo, concluyendo que sus propios descubrimientos "deberían conducir a una re-evaluación del rol que tienen los volcanes en la química del cloro estratosférico." (pág. 172).

El 14 de Diciembre de 1984, el Monte Redoubt, en Alaska, hizo erupción y su nube de cenizas perturbó el tráfico aéreo, forzando la cancelación de cientos de vuelos. Un Jumbo 747 que volaba a 9.000 metros de altura con 250 personas a bordo, perdió sus cuatro motores y estuvo a punto de estrellarse antes de que el piloto consiguiese reencender los motores y aterrizar a salvo en Anchorage.

El volcán tuvo una series de 24 erupciones entre Diciembre 14 del 89 y el 21 de Abril del 90. Cada erupción creaba enormes nubes de ceniza, muchas de las cuales se cree que penetraron en la estratosfera colocando a los desechos volcánicos muy alto en la atmósfera. Aunque fue imposible medir la emisión de los gases volcánicos hasta el 20 de Marzo de 1990 (a causa de la oscuridad reinante en Alaska), algunas estimaciones se hicieron en base a las nubes de ceniza y ácido sulfúrico que se distribuyeron por los EEUU: el volcán envió al aire más de 880.000 toneladas de bióxido de azufre (SO,,) y un estimado de 1 millón de toneladas de gases de cloro. Aunque no hubo más erupciones explosivas desde Abril de 1990, el Mt. Redoubt está aún activo, lanzando de 300 a 500 toneladas de dióxido de carbono y aproximadamente 330 a 500 toneladas de cloro por día.

Estas cifras de gases de las erupciones explosivas son extremadamente conservadoras (las estimaciones originales estaban en el orden de los 2 millones de toneladas de bióxido de azufre, sólo para la erupción de Diciembre), pero ellas sirven para demostrar que la Madre Naturaleza es la peor de las contaminadoras. La cantidad de cloro sopladas a la atmósfera por el volcán, es significativamente mayor que toda la producción anual de CFC del mundo. Como se ha notado anteriormente, la nube de gas del volcán se elevó completamente hasta la tropopausa en las erupciones más explosivas, y penetró en la estratosfera varias veces, una cantidad que es incierta debido a la oscuridad reinante.

Sin embargo, observaciones de la erupción del Mt. Redoubt indicaron que una cantidad significativa de cloro volcánicos fue inyectada a la atmósfera del Hemisferio Norte a fines de 1989 y comienzos de 1990. El cloro volcánico, por consiguiente, alcanzó a la capa de ozono y, por ende, las predicciones de la teoría de Rowland/Molina deberían haberse convertido en realidad bajo la forma de masiva destrucción de ozono en latitudes del norte, acompañadas por un letal incremento de la radiación ultravioleta para los habitantes de -por lo menos - Canadá, Nueva York, y Nueva Inglaterra en general. No se registró ningún aumento de la radiación ultravioleta que llegó hasta la superficie de esas áreas. Y ahí se fue la Teoría de la destrucción del Ozono.

Sin embargo, todas estas erupciones volcánicas empalidecen en comparación de una serie más reciente que comenzó en Noviembre 17 de 1990, con la erupción del Mt. Unzen en Japón, seguido de la erupción del Mt. Pinatubo, en las Filipinas en Abril de 1991. Una de las más grandes erupciones del siglo, el Mt. Pinatubo comenzó como una serie de terremotos, pequeñas columnas de humo y fuertes explosiones que culminaron con la erupción del 15-16 de Junio, que duró 15 horas. La nube volcánica llegó a más de 30 kilómetros de altura, casi hasta la mitad de la estratosfera , creando una gigantesca nube de cenizas que aún continuaba dando la vuelta a la Tierra en 1992.

Otra gran erupción volcánica que también penetró en la estratosfera fue la del volcán Hudson en Chile, entre el 12 y el 15 de Agosto de 1991. De manera curiosa, la erupción del Hudson casi no fue mencionada en los medios de comunicación. Aunque ocurrió en una desolada región de los Andes, provocó un daño ecológico masivo, depositando más de un kilómetro cúbico de cenizas en la región Patagónica de Argentina. Los depósitos de más de 15 centímetros de espesor transformaron en desierto a casi una tercera parte de Argentina, barriendo con cosechas y matando a más de 1 millón de ovejas.


El Monte Pinatubo en las Filipinas, Abril de 1991:
una de las mayores erupciones volcánicas del siglo.

En un trabajo publicado en la edición de EOS del 5 de Noviembre de 1991, Scott Doiron y sus colaboradores estimaron que el Hudson había lanzado a la atmósfera más de 2.75 millones de toneladas de dióxido de azufre. Sus estimaciones para la erupción del Pinatubo fueron casi diez veces más grandes: 20 millones de toneladas de SO, Aunque las cifras para el cloro no están aún disponibles [1992], ambos volcanes tenían magmas ricos en cloro y flúor, lo que indica que cientos de millones de toneladas de cloro y flúor fueron inyectadas de manera directa en la estratosfera por estos volcanes.

Más aún, la erupción del Mt. Hudson creó una nube volcánica de más de 2 millones de kilómetros cuadrados que viajó directamente hasta la Antártida. Cargada de cloro y flúor, la nube llegó justo en tiempo de circular por el vórtice polar, en el momento crítico en que el agujero anual del ozono se estaba formando: en la prensa no se mencionó ni una palabra acerca de esta nube.

Como resultado de la erupción del Pinatubo hubo una inundación de nuevas predicciones catastróficas, alertando algunos científicos que el volcán provocaría una reducción del 15% de la capa de ozono para ese invierno. El villano de esta historia era ahora el bióxido de azufre. En 1990, Guy Brasseur, director de la división de química de la atmósfera del Centro Nacional de Investigación Atmosférica, de Boulder, Colorado, adelantó una nueva teoría de la destrucción del ozono. De acuerdo a esta nueva apuesta en el concurso de la destrucción del ozono, las partículas de bióxido de azufre del volcán sufrirán una serie de complejas reacciones químicas con otras moléculas, al final de las cuales, las moléculas de los reservorios estratosféricos de cloro - supuestamente provenientes de los CFC - serían destruidas liberando al cloro para que engullesen vastas cantidades de ozono.

Nunca fue mencionado por Brasseur el hecho que la misma nube volcánica que transportaba al bióxido de azufre hasta la estratosfera estaba llevando una cantidad de moléculas de cloro muchísimo mayor - moléculas de cloro naturales. También es omitido el hecho que cada año existen erupciones volcánicas que provocan grandes destrucciones de ozono - nada más que un fenómeno natural, bastante frecuente.

Los Volcanes y el Clima

Regresemos ahora al cloro que llega hasta la estratosfera a través de erupciones más pequeñas o de volcanes que emiten gases de manera pasiva. Este es un aspecto importante porque, como se notó antes, aún en años sin grandes erupciones volcánicas, los volcanes emiten más de 86 millones de toneladas de cloro a la atmósfera - 4800 veces más cloro que el teóricamente liberado por la supuesta disociación de los CPC en la estratosfera .

Los propulsores de la teoría de la destrucción del ozono desprecian al cloro de origen natural argumentando que ni una sola onza llega hasta la estratosfera . El profundo asunto científico aquí no es sólo cuánto de este cloro llega hasta la estratosfera sino también cómo los volcanes juegan un papel muy grande en la modulación del clima, al cambiar las propiedades "ópticas" de la atmósfera y por consiguiente la cantidad de luz solar que puede llegar a la Tierra.

Benjamín Franklin fue el primero en proponer que los volcanes juegan un rol importante en el clima. En un trabajo leído ante la Sociedad Filosófica de Manchester, Inglaterra, el 22 de Diciembre de 1784, Franklin informó que había observado reducción de la intensidad de la luz solar en la superficie de la Tierra durante el invierno de 1783, y había desarrollado la hipótesis que la erupción del cráter Laki en Islandia, al comienzo del verano, había creado una "bruma seca" que estaba bloqueando la luz solar. Franklin postuló que el severo invierno de 1788 -84 en el este de los EE.UU. y Europa Occidental, había sido el resultado de la reducción de la intensidad solar, impidiendo que ocurriese el nor- mal calentamiento de la corteza terrestre durante el verano.

La hipótesis de Franklin era que la "bruma seca" de gran altitud había sido formada por el "sólido" polvillo volcánico eyectado por la fuerza explosiva del volcán de Islandia. Dijo también que el volumen y altura alcanzada por el polvo eyectado estaban en proporción directa a la fuerza explosiva del volcán, la estructura vertical del viento en ese momento, y la ubicación de la erupción. Como Franklin expuso este trabajo en el Siglo 18, los científicos han supuesto que sólo las más grandes y violentamente explosivas erupciones podrían causar un impacto mensurable en el clima. A medida que en las dos últimas décadas se hizo posible la obtención de muestras directamente de la estratosfera estas suposiciones se han visto refutadas.

Uno de los refutadores es J.D. Devine, de la Escuela de Graduados en Oceanografía de la Universidad de Rhode Island, EEUU. Su trabajo de 1984 - que marca un jalón en la ciencia - publicado en el Journal of Geophysical Research, propone que los aerosoles de sulfato tienen un impacto climático mucho mayor que el "polvo" volcánico. Junto a sus coautores H. Sigurdson y A.N. Davis encontró una muy estrecha correlación entre los cambios de temperatura en la superficie de la Tierra y la cantidad de azufre liberado por las erupciones volcánicas- correlación que no encontraron con otros materiales expulsados por las explosiones volcánicas. Este estudio contenía exámenes detallados de la presencia de gases que se estimaban habían sido liberadas por varias grandes erupciones volcánicas, incluyendo al cloro.

Uno de los puntos más importantes del trabajo de Devine es que no es necesario que hayan erupciones volcánicas explosivas para poner todo este material, incluido el cloro, en la estratosfera para afectar al clima. La teoría de Devine y sus colaboradores sostiene que la estructura térmica de la atmósfera sobre un gran campo de lava puede ser perturbada por el calor liberado por la superficie del volcán en erupción, de manera que algo de los gases liberados pueden subir hasta la estratosfera - un fenómeno que ellos describen como "análogo a la iniciación de la libre convección de un fluido sobre una plancha que es calentada desde abajo". [p. 6321].

En 1984 fue presentada otra teoría por Brian Goodman, del Centro de Investigación Climática de la Universidad de Wisconsin. Su tesis doctoral hace una revisión de la historia del asunto y sugiere que la actividad volcánica de baja intensidad tiene un impacto sobre el clima a través de fuentes "difusas" de gases volcánicos. También sugiere que los registros climáticos reflejan la existencia de ciclos armónicos de actividad volcánica, influenciados por las mareas solares y lunares. Antes de 1970, dice Goodman, se pensaba comúnmente que sólo las partículas sólidas de polvo volcánico, llamado "tefra" podrían llegar has- ta la estratosfera vía erupciones violentas. Por ello, los estudios pre-1970 se fijaban solamente en las erupciones más violentas para determinar el impacto sobre el clima. Sin embargo, él dice:

"... una erupción activa más moderada puede producir el mismo volumen total de emisiones compensando una baja tasa de emisión con una duración mayor de la actividad. En esta situación, las emisiones gaseosas no son inyectadas directamente en la estratosfera sino que son enviadas a menudo a la alta troposfera donde pueden permanecer durante varias semanas. Esto permite que algunas fracciones de la erupción original sean transportados indirectamente a la estratosfera a través de alguno de los varios procesos de intercambio entre la troposfera y la estratosfera ."(p. 14)

por Roger Maduro y Ralf Schauerhammer*
Traducción de Eduardo Ferreyra*
Fuente: Mitos y Fraudes